sábado, 27 de junio de 2009

Poema leído en un papiro

Aquel jovencísimo sicómoro
que ella plantara con sus propias manos,
cuando entreabre los labios para hablar,
el murmullo de sus hojas verdes
es dulce como el sabor de la miel.

Es bello.

Hermoso, acogedor e íntimo
como el color verdioscuro de sus ramas,
más profundo que el verdor del moral
adonde antaño siendo niña gateara.
Está cuajado de fruta madura,
roja como el jaspe sanguíneo.
Sus hojas tienen el color de la malaquita,
su corteza posee el color del jaspe verde.
Los frutos, ¡ah los frutos!, imanan como el rojo de sus labios.

En fin, atrae a los que no están a su abrigo
porque en su sombra las brisas se refrescan.
Es como si colocara una carta de amor
en la mano de una doncella, hija del mayordomo jefe,
a la que hace correr anhelante hacia el amado:

'Ven a pasar un momento con tus amigos.
El jardín está en fiesta,
y yo guardo el emparrado y la tienda.
Las gentes del jardín se solazan
y son aun más felices cuando te ven aparecer.
Haz venir a los lacayos ante mi con provisiones.
Luego vuelo hacia ti,
y es como si me sintiera ebrio,
sin haber bebido'.

Los servidores vinieron con alimentos,
trajeron variadas cervezas,
panes de todas clases;
muchas flores de ayer y de hoy;
y toda clase de frutos.

¡Oh! que pueda transcurrir el día felizmente
mañana tras mañana,
tres jornadas ininterrumpidas sentándose a mi sombra.

Su amigo está a su diestra.

Ella le da de beber y hace lo que él dice.

Mientras la compañía se hunde en la borrachera,
ella se mantiene apartada de su hermano.

Va y pasea bajo mis ramas,

la hermana,

pero yo guardaré silencio

y no revelaré

ni lo que vea,

ni sus

palabras.

*

Papiro del Egipto Antiguo

(Versión libre de Iswe Letu)