viernes, 13 de noviembre de 2009

José Mª Amigo Zamorano: La caida de D. Eusebio García Luengo


La primera vez que D. Eusebio García Luelmo nos habló de su claustrofobia fue en el bar Pinar de Las Navas del Marqués. Este bar está en la Avenida Principal antes del Generalísimo. Fuimos ha hablar con él a eso de las once de la mañana. Estaba en la mesa de la esquina, junto a la una de las dos ventanas. Según se entra a la izquierda. No tiene pérdida. Es pequeño. El bar. Tenía la taza del café con el platillo encima. Café que le duraba toda la mañana (luego, leyendo a escritores que lo conocieron en Madrid, nos enteramos que hizo siempre lo mismo). Lo tomaba con una magdalena. A veces, no siempre, se le caía algo de café en la camisa. De ahí las manchas que se le veía. Y no por mugre. No por falta de higiene. Hay que decir que vivía en la calle Cervantes ¡qué casualidad en un escritor! En un chalecito u hotel, como por aquí se les llama, y era atendido por una señora que moraba enfrente, la cual le hacía la comida y le levaba la ropa. Todo lo que el viejo escritor consentía. En cuanto a lo de la ropa amplia -nos contó- era porque, efectivamente, era prestada.
-Prestada por mis hijos e hijas, si. Pero que yo las elijo.
No se las elegían.
Y los zapatos... esos zapatos que parecían haber salido de un basurero... sin lustrar... como raidos... y demasiado grandes... tenían su explicación, llevaban su por qué.
-Tengo los pies muy delicados y con ellos me encuentro a gusto; no me molestan; otros zapatos, para mi, son un tormento.
(Sobre esto nada tenemos que decir; es más, nos acordamos de una anécdota contada por Trotsky acerca de una botas de Lenin: estaban en la opera y Lenin tenía una botas relucientes, nuevas y Trotsky se admiró de ellas y las comparó con sus zapatos demasiado viejos y con alguna raja; entonces Lenin le dijo que si quería se las cambiaba por los zapatos de Trotsky ; éste aceptó y luego estuvo quejándose todo el día porque le apretaban mucho y le hacía mucho daño; en cambio Lenin estubo muy a gusto con el cambio porque para él también habían resultado un tormento esas lustrosas botas y se vio liberado de semejante suplicio.)
En la calle Cervantes se pasaba los veranos D. Eusebio García Luengo; eso si, solo; soledad voluntaria porque podía no venirse a Las Navas; también obligada, ya que su mujer, la actriz Amparo Reyes, había muerto y los hijos tenían ya su amilia. Deciamos soledad voluntaria porque D. Eusebio García Luengo era de un individualismo feroz, rabioso. De una independencia encastillada en su intimidad. Tenía que ser de ser difícil convivir día a día con él. Y lo sabía. Como otras muchísimas cosas aunque a veces se hiciera el ignorante.
El vivir solo a esa edad tiene sus ventajas e inconvenientes. Ventajas, porque vives sin que nadie contemple las miserias de la vejez. Es decir, las dificultades a la hora de vestirse, o de comer sin dientes, o de mear o de mearse en los pantalones, de... E inconvenientes, muchos inconvenientes.
Y riesgos. Y peligros.
Veamos un ejemplo: muchas noches estábamos de tertulia en una mesa del bar El Sauco. En la terraza. En plena calle. Hasta altas horas de la noche. Luego lo acompañábamos un trecho, hasta la plaza que llaman del Cristo. No admitía más. Se negaba en redondo. Y emprendía la subida de la calle Navalperal. Hundiéndose en las sombras. Un día nos dijo que el trayecto hasta su casa lo tenía estudiado meticulosamente. Y es que le iba la vida en ello, porque ver ver, lo que se dice ver, no veía mucho, aunque más de lo que él declaraba.
Por cierto, todo lo que venimos escribiento lo averiguamos poco a poco. No era muy propenso a hablar de sus dificultades. Otro día nos aclaró que esto era por orgullo.
-Los tímidos somos muy orgullosos. Yo soy tímido.
Lo cual le obligaba a no tratar estos temas de la vejez. Timidez y vergüenza de seguir siendo carne que late. Que se emociona ante una hembra, por ejemplo. Es como si se viera a si mismo haciendo el ridículo ante la moza, siendo, como era, viejo; vejez que además reivindicaba.
-Soy viejo, viejo. No maduro, ni de la tercera edad. Eso es una memez. Yo soy viejo. Y aun siéndolo se me levanta todavía, ¡qué vergüenza!
Un verano nos fuimos nosotros varios días de vacaciones. A Zamora. Dejamos Las Navas del Marqués. Al volver, desde lejos, vimos, en la terraza de el bar Pinar, al escritor. Notamos un no sé qué en su rostro, como más llena la cara, y un poco más morena, casi oscura. Nos acercamos. Tenía un tanto hichada la cara y amoratada.
-Pues esto no es nada. Días atrás la tenía como una mora.
Nos explicó que una noche, como todas, se fue caminando, cuesta arriba, hasta su morada de la calle Cervantes. Un tramo de la calle Navalperal, por donde tenía que subir para llegar a su casa, estaba, y está, poco iluminado. De modo que, como siempre, emprendió la subida, no por la acera (que no le convenía, según nos dijo) sino por la calzada, siguiendo una línea cercana al bordillo de la acera de la derecha. Algunos, pocos coches, pasaban lanzándole ráfagas de luz, alguno le pitó. Unos metros más allá tenía que torcer a la izquierda abandonando la calle Navalperal. Miró hacia arriba y hacia abajo. Lo poco que podía mirar. Por si algún vehículo venía. Nada. Atravesó la calzada y se introdujo en la que calle que atraviesa la anterior. Son unos pocos metros, todos llanos, que tiene que andar para, desviándose ahora a la derecha, meterse en la calle donde tiene su casa. Ahora, vuelta a subir hasta llegar a la puerta de su vivienda. Sin embargo, está más iluminada. Se ve mejor. Le cuesta la subida. Se detiene a veces a descansar. Luego, ayudado por su bastón o garrote reemprende su andadura. Por fin la puerta de entrada a su chalecillo. Pero ahora tiene que salvar otra dificultad, la altura del bordillo. Lo tiene estudiado. Se coloca unos pasos más arriba de la puerta y apoyándose en el bastón, toma impulso y, como otras veces, sube a la acera y ya... Pero esta vez la previsión falla, el impulso no responde y tambaleándose cae de bruces a la calzada. Se desmaya. Poco tiempo. Medio mareado, no sabe como, quizás arrastrándose, atraviesa la puerta, sube unos peldaños, y se introduce en su jardincillo. Ignora si siguió arrastrándose. Lo cierto es que abrió la otra puerta, la propia de la casa, y se acostó. En la cama. Y se durmió. Envuelto en sangre.
Por la mañana, la mujer que lo cuidaba, que vive enfrente, ve sangre en la calzada, en el jardín y se asusta. Entra en la casa. Ve a don Eusebio en la cama. Llenas las sábanas de sangre. La señora se acuerda de que el escritor tiene un nieto en Las Navas que ha vivido con su abuelo temporadas. Le avisa. Llega de inmediato con su coche. Lo lleva a Ávila. Al hospital. Por urgencias.
-¡Urgencias! -nos exclamó Eusebio García Luengo sonriendo- ¡Si, entré por urgencias! Cinco horas de espera. Curioso. Pero me curaron al final. Menos mal.
Ya se estaba recuperando. Poco a poco, el amoratado de la cara, trocado luego en casi negro, fue desapareciendo.
Aunque nosotros creemos que las secuelas le fueron fatales. Al año siguiente volvió de vacaciones al pueblo serrano de Las Navas del Marqués. Y volvimos a las charlas con él. Aunque en su hotelito. Ya no salía de su casa. Apenas. Recordamos que un médico de la localidad, José Manuel, nos dijo:
-He visto el otro día he visto a tu amigo el escritor. Subía tambaleándose y... Bueno bueno... no le quedan muchos telediarios... de vida. Creo yo.
En septiembre cuando nos despedimos de él nos dijo:
-No sé, no sé... si volveremos a vernos.
Y unas lágrimas le salieron a su amojamado rostro. Nunca antes había ocurrido tal cosa.
En diciembre murió. Y, aunque duele la noticia, no nos sorprendió.

domingo, 1 de noviembre de 2009

Strindberg me recordó a Eusebio García Luengo

En recuerdo y homenaje a ese escritor, Eusebio García Luengo, que tanto nos hizo pensar y que nos mostró su amistad, leímos las obras de teatro de Strindberg 'Danza macabra' y 'La señorita Julia'. Él era un enamorado del teatro de los sentimientos. Y si algún autor le llamó la atención más que otros ese fue Augusto Strindberg.
Es este escritor uno de los que aun se mantiene en escena. Por ejemplo,
'La señorita Julia' ha sido representada hace poco en numerosas ciudades de España.
Por si usted, que lee esta nota, siente interés por este teatro que tanto admiraba nuestro amigo, el escritor D. Eusebio García Luengo he aquí los comienzos de ambas obras a las que les pondremos fecha de publicación y traductor. Habrá otras editoriales y otras traducciones pero éstas son las que nosotros tenemos.


a) Danza macabra

b) La señorita Julia

*

DANZA MACABRA

AUTOR: AUGUSTO STRINDBERG

PUBLICACIONES ESPAÑA

MADRID, 1921

TRADUCCION DE MANUEL PEDROSO

PERSONAJES:
EDGARDO, capitán en un fuerte de artillería
ALICIA, su mujer, antigua actriz
KURT, jefe de lazareto

PERSONAJES SECUNDARIOS:
JENNY.- LA VIEJA.-EL CENTINELA (mudo)

ESCENA

Interior de un redondo torreón de piedra gris.
En el fondo dos grandes puertas con mampara de cristales, a través de las cuales se ve una playa, con baterías, y el mar. A cada lado de la puerta, ventanas con flores y pájaros. A la derecha de la puerta, un piano; más en primer término, un costurero y dos butacas. A la izquierda, en nedio del escenario, una mesa de trabajo con un aparato telegráfico; más al frente, un estante con retratos. Junto a él una otomana. Aparador junto a la pared. Lámpara colgante. En la pared, al lado del piano, cuelgan dos coronas de laurel con cintas y un gran retrato de mujer, en traje de escena. Al lado de la puerta un gran perchero, al descubierto, con prendas de uniforme, sables, etc. Junto una chiffoniere. A la izquierda de la puerta una gran columna barométrica.

ACTO PRIMERO
_____

Una tarde cálida de otoño. Las puertas del fuerte están abiertas y a través de ellas se ve un artillero haciendo centinela con un casco bávaro; su sable brilla de vez en cuando a los reflejos del sol poniente. El mar, oscuro y tranquilo.
El capitán está sentado en una butaca a la izquierda, junto al costurero, con un cigarro apagado en la mano. Viste uniforme gastado, botas de montar y espuelas. Su aspecto es de cansancio y agotamiento.
Alicia está sentada en la butaca de la derecha, sin hacer nada. Cansada y con ansia de espera
.

EL CAPITAN.- ¿Quiéres tocar algo?
ALICIA (indiferente, pero no malhumorada).-¿Qué debo tocar?
EL CAPITAN.-¡Lo que tu quieras!
ALICIA.-No te gusta mi repertorio.
EL CAPITAN.-Ni a ti al mío.
ALICIA (esquiva).- ¿Quieres dejar abiertas las puertas?
EL CAPITAN.-¿Si es tu gusto...?
ALICIA.-Pues entonces déjalas...! (pausa) ¿Por qué no fumas?
EL CAPITAN.-Empiezo a no poder aguantar el tabaco fuerte.
ALICIA (casi amable).-Fuma otro más suave... ¡Pues es esa tu única alegría, según dices!
EL CAPITAN.-¿Alegría? ¿Qué cosa es esa?
ALICIA .-¡No me lo preguntes! Lo ignoro lo mismo que tú... ¿No quieres beber pronto tu whisky?
EL CAPITAN.-¡Esperaré un poco aun! ¿Qué hay para esta noche?
ALICIA.- ¡Yo que sé! ¡Pregúntaselo a Christel!
EL CAPITAN.-¿No ha empezado ya el tiempo de los verdeles? ¿No estamos ya en otoño?
ALICIA.-Si, en otoño.A
EL CAPITAN.-Otoño dentro y fuera. Pero dejando esto aparte, como el otoño trae consigo frío, dentro y fuera, no vendría mal un verdel al horno con unas rajas de limón y un vaso de borgoña blanco.
ALICIA.-¡Ahora te vuelves elocuente!
EL CAPITAN.-¿Nos queda aun borgoña en la bodega?
ALICIA.-No sé que desde hace cinco años tengamos siquiera bodega.
EL CAPITAN.-No sabes nunca nada. Per tenemos que proveernos para nuestras bodas de plata.
ALICIA.-¿Tienes de veras propósito de celebrarlas?
EL CAPITAN.-Naturalmente que si.
ALICIA.-Sería más natural que escondiésemos nuestra miserable vida de veinticinco años.
EL CAPITAN.-Querida Alicia: miserable ha sido, pero a ratos lo hemos pasado bien. Y hay que aprovechar el corto tiempo, que luego se acaba todo.
ALICIA.- Se acaba. ¡Si fuera verdad!
EL CAPITAN.-¡Se acaba! Lo quede se puede sacar en una carretilla y echarlo en un macizo del jardín.
ALICIA.-Y tanto ruido por un macizo.
EL CAPITAN.-Si, así es. Pero yo no lo he hecho.
ALICIA.- Tanto ruido.
(Pausa.)
ALICIA
.-¿Has cogido el correo?
EL CAPITAN.-Si.
ALICIA.-¿A cuánto sube?
EL CAPITAN (saca un papel del bolsillo y se coloca los anteojos, que enseguida se vuelve a quitar).-Leelo tú misma. Yo noveo.
ALICIA.-¿Qué te ocurre con la vista?
EL CAPITAN.-No lo sé.
ALICIA.-La edad.
EL CAPITAN.-No digas tonterías. ¿Yo?
ALICIA.-¡Si, yo no!
EL CAPITAN.-Ehm.
ALICIA (mirando la cuenta).-¿Puedes pagar esto?
EL CAPITAN.-Si; pero no ahora.
......................
......................
......................
.....................

LA SEÑORITA JULIA, tragedia naturista en un acto

AUTOR: AUGUSTO STRINDBERG

M. AGUILAR . EDITOR

MADRID . 1933

TRADUCCIÓN DE CRISTOBAL DE CASTRO

----------

Una amplia cocina con techo de vigas decoradas y las paredes laterales ocultas entre telas. La pared del fondo avanza, sesgada, hacia el centro de la escena. A la izquierda, también, dos alacenas adornadas con papel de cocina, y en ellas, batarías de estaño, hierro y cobre. A la derecha, primer término, se ve parte de una gran puerta vidriera, en arco,por donde se divisa una fuente, con surtidor y un amorcillo, entre el ramaje de saúcos en flor y algunos chopos. Puertas a derecha e izquierda. Por la izquierda se distingue la esquina de un fogón de ladrillos con parte de la campana. A la derecha, una mesa de madera blanca para el servicio y algunas sillas. Sobre la mesa, una gran jarra japonesa, con ramos de saúco. También el fogón está adornado con ramas de abedul. En el suelo, esparcidas, ramas de enebro. Un cajón grande para el hielo. Un lavabo. Un fregadero. Sobre la puerta, un grande y antiguo reloj de péndulo. Una bocina de comunicación interior. Cristina, a la izquierda del hogar, remueve una tartera puesta al fuego. Lleva vestido claro y delantal de cocina. Por la puerta de cristales entra Juan, de librea. trae en las manos unas botas de montar, y las deja en el suelo, bien a la vista del público.

JUAN
.-También esta noche parece que la señorita Julia está medio loca, ¡loca de atar!
CRISTINA.-¿Qué? ¿Ya estás ahí?
JUAN.-Si, vuelvo ahora de la estación, de acompañar al señor conde. Al pasar entré en la barraca del baile y allí me encontré a la señoria Julia bailando con el guarda. En cuanto me vio, vino derecha a mí y me invitó a un vals de los que bailan los señores. Bailó de un modo, que no he visto cosa igual. Cuando te digo que está loca...
CRISTINA.-Si... Está violenta desde lo que le sucedió con su prometido.
JUAN.-Es posible. De todos modos, era un buen muchacho. ¿Tú sabes cómo ocurrió la cosa? Presencié yo la escena a escondidas.
CRISTINA.-¿Cómo? ¿Qué tú los viste?...
JUAN.-Si. Verás: estaba una noche en el patio de las caballerizas, y la señorita le 'amaestraba', según decía. ¿Sabes cómo? Pues haciéndole saltar sobre la fusta, como un perro, a la voz de '¡hop, hop'!. Por dos veces saltó sobre ella y recibió otros tantos latigazos; pero, a la tercera, le arrancó la fusta de la mano, la hizo pedazos y se marchó.
CRISTINA.-¿Qué me cuentas? Pero, ¿pasó así?
JUAN.- Como telo digo. ¿No tienes algo bueno de comer, Cristina?
CRISTINA (saca la tartera del fuego y le sirve en un plato a Juan).- Aquí tienes. Un trozo de riñón del asado de ternera.
JUAN (olfateando el guiso).-Está muy bien. Es una verdadera delicia. (tocando el plato) Pero has debido calentarme el plato.
CRISTINA.-Cuando te pones tonto, eres más exigente que el señor conde. (le da un cariñoso tirón del pelo)
JUAN
(con brusquedad).- ¡Ay! No me tires de esa manera... Ya sabes que soy muy delicado.
CRISTINA.-¡Qué atrocidad! Si era un cariñito... (Juan sigue comiendo) (Cristina saca una botella de cerveza del cajón del hielo)
JUAN
.-¿Cerveza en la noche de San Juan? Muchas gracias... Tengo yo algo mejor. (abre el cajón de la mesa, saca una botella de vino tinto, con etiqueta amarilla) Etiqueta amarilla. ¿Ves? Trae un vaso. Mejor una copa; para beber un vino como este una copa.
CRISTINA (se dirige otra vez al fogón y coloca en él una cacerola pequeña).- ¡Dios asista a la que haya de ser tu mujer! ¡Valiente bribón!
JUAN.-Bueno, no presumas... Ya te darías por contenta con un muchacho tan fino como yo... No creo que te perjudique la suposición de que haya algo entre nosotros... (paladeando el vino) Muy bien... Muy bien... Le falta un poquitín de punto... (calentando la copa entre las manos) Este lo compramos en Dijón: cuatro francos el litro, sin casco, más el impuesto. ¿Qué dices ahora? ¡Vaya olor!...
CRISTINA.-Una porquería del demonio que la señorita Julia ha dispuesto para dársela a 'Diana'.
JUAN.-Deberías usar otros términos... ¿Por qué has de estar en una noche de fiesta guisoteando para los animales? ¿Es que está enferma la perra?
CRISTINA.- Si... Se escapó con el perro de presa. Aquí mismo hicieron juntos sabe Dios qué diabluras, y la señorita Julia no está por esas...



miércoles, 28 de octubre de 2009

Edgar Lee Masters: Frank Drummer

Edgar Lee Masters: FRANK DRUMMER

/

De una celda a este sitio sombrío
¡El fin a los veinticinco!
Mi lengua no podía expresar lo que dentro de mí bullía,
y el pueblo creyó que estaba loco.
Pero fue una clara visión al principio,
una noble e irresistible determinación
que me hizo querer aprender de memoria
la Enciclopedia Británica.

/


Traducción de José Coronel Urtecho y Ernesto Cardenal
(De 'Poesía Libre. Año IV, nº 10, enero de 1984. Revista de Poesía. Ministerio de Cultura, Managua (Nicaragua)
.
Responsable: Julio Valle-Castillo
.
Consejo Editorial:
Carlos Calero (Monimbó); Juan Ramón Falcón (Condega); Marvin Ríos (Niquinohomo); Cony Pacheco (Subtiava); Gonzalo Martínez (Bluefields); Gerardo Gadea (Ejército Popular Sandinista)

lunes, 19 de octubre de 2009

Frans Eemil Sillanpää: Canciones proletarias (*)


Silja durmió tan bien que ni siquiera oyó los rumores del camino que pasaba a pocos metros de distancia de la pared de la sala. Unos campesinos, enterados de la llegada de la nueva sirvienta, quisieron demostrarle sus simpatías, dándole uan serenata. Pero no se trataba de canciones bucólicas, sino que se hablaba en ella de proletarios y de derramar sangre 'si era preciso'. El amo velaba todavía y dijo a su mujer que se había encontrado a dos sujetos con escarapela roja, que marcaban el paso como dos soldados y que no le habían saludado.

-Deben de ser ellos los que están ladrando afuera.

-No; se trata de Kalle y Vithori, conozco sus voces; han olido la hembra -respondió la mujer dando media vuelta.

Al poco dormía ya. Su marido se levantó y entró en la sala y, después de haber comprobado que sus dos servidores dormían se acercó a la ventana y miró al camino iluminado por la luna. Los dos muchachos nombrados por su mujer se alejaban lentamente, pero su canto dejó una impresión desagradable en la conciencia del campesino propietario. Al volverse, miró a sus crados dormidos, y luego regresó a su habitación. Antes de dormirse experimentó un temor indefinible.

-Los pobres son tan numerosos que todo irá al diablo si las cosas se complican. No dejarán de quedarse con todo -se dijo suspirando.

*
(Frans Eemil Sillampää, en la novela 'Silja')

__________
(*) Título añadido

lunes, 21 de septiembre de 2009

Behanzin: Canción camino del exilio

Poesía de África: Dahomey
*
Canción compuesta por el rey Behanzin cuando iba para el exilio

*

¿Qué me puede hacer
el extranjero?
Nada puede hacer.
-
En la vida, la trampa de pescar que no tiene pescado
es llevada otra vez a la casa;
el eleffante retornará
a la casa de sus padres.
-
Están en la tierra
y me perturban.
La población se burla de mi.
Pero si me saludan, no me importa,
si no me saludan, no me importa.
-
En la vida, la trampa de pescar que no tiene pescado
es llevada otra vez a la casa;
el elefante retornará
a la casa de sus padres.

*
 
(Tomado de 'Poesía Libre', número 14; revista de poesía; Ministerio de Cultura, Managua-Nicaragua; año V; marzo de 1985)

martes, 1 de septiembre de 2009

José Mª Amigo Zamorano: El Extraño y Verde Amor de Tareo


Fue un acto espontáneo. Libre. Puro. Pero nadie le hizo caso. ¡Pobre Tareo! Siempre pensando en ellas.
Él sabe que estuvo contemplándolas largo rato durante parte de su vida. Encontraba similitudes o parecidos asombrosos.
-¡Qué bonitas! Pero... ¡qué bonitas!
Tareo desde ese lugar recoleto del parque las veía moverse suavemente. Cerró los ojos.
No sabe el rato que estuvo así, lo que si se acuerda es que oyó algo, y abrió los ojos cuando ya el guarda miraba en derredor y como no viera a nadie cerró la puerta de entrada del parque.
Corrió a llamarle pero ya se perdía por entre las calles aledañas.
Se encogió de hombros. Total, no tenía nada que hacer. Y por lo tanto, prisa tampoco. No había previsto acto alguno. Si acaso comer... De eso podía pasar, porque no tenía hambre. Y si le entrara gazuza, que quizás le entrase, en poco más de dos o tres horas abrirían de nuevo el parque. Luego comería en la residencia.
Se dio la vuelta y comenzó a andar por el primer sendero que se encontró. Silencio. Solo el piar de los pájaros y sus pasos lo interrumpía. Y calor. Mucho calor.
Casi sin proponérselo se halló, al poco rato, en su lugar preferido. Un lugar recoleto, rodeado de árboles. Debajo de unos plátanos había un banco. Y justo, enfrente, un estanque. Se sentó. Allí se sentaba siempre. Alargó ambos brazos acariciando con las manos las barras de madera del respaldo del banco. Cerró sus ojos dejándose llevar por el silencio que el canto de los pájaros adornaba. Al arrullo de sus trinos le vinieron ellas a su recuerdo. Un recuerdo placentero, casi lujurioso.
-¡Qué calor hace! Hoy, al sol, se achicharran hasta las cigarras.
De repente dijo en voz alta:
-¿Y si me desnudara?
Y a continuación se preguntó:
-Y... ¿por qué no?
Y dicho y hecho: se quedó como su madre lo pariera, en bolas.
-¡Qué gusto!
Se rió acordándose de lo que cuenta Azaña en sus memorias sobre uno de sus generales, Pedro de la Cerda; al parecer se paseaba por los pinares de Las Navas del Marqués, donde tenía una finca, desnudo. Delante de él iba un soldado diciéndoles a los veraneantes:
-Apártense, que viene el general en cueros.
-¡Qué jodío don Pedro de la Cerda y López Mollinedo! ¡Qué jodío!
Se levantó del banco y comenzó a marcar el paso al ritmo militar:
-Uno, dos, tres, cuatro. Uno, dos, tres, cuatro. ¡Alto! ¡Ya!
Y cuadrándose, se llevó la mano a la frente en actitud de saludo. Miró en derredor como saludando con la vista a unos presuntos espectadores.
-¡Rompan filas, ya!
Con el roce el miembro se le levantó y roto el encuadre de firme se miró hacia abajo prorrumpiendo en sonaras carcajadas.
-¡A sus órdenes, mi comandante fálico!
Y riéndose volvió a sentarse. Cerró los ojos otra vez. Pero aun así seguía contemplándolas. En unos lugares formaban espesas masas. Como esas fotos en las que aparecen miles y que un fotógrafo se ha especializado precisamente en ellas. En otras se portaban como individuos desgajados del entorno, difíciles de disciplinar, anárquicas.
Para él todas eran queridas. Deseables. Con lúbrica ambucia las tenía en su mente.
Además había observado que una de sus partes, aunque en puridad, no tenía movimiento, a veces se movía.
-A ver -se decía- no es un movimiento mecánico.
El sabía que la materia... lo sustancial de la materia... es movimiento, transformación, cambio.
-Veamos la cosa -dijo en alta voz.
Y quería decir que ese movimiento a veces era visible a simple vista. Otras no. Cuando era percibido por el sentido de la vista era muy variable, dependiendo, claro está, de la clase de cada una.
Lo comparaba con las masas de gente, ya puesto que hay masas y masas: no se mueven de la misma manera las que van al fútbol que las que se dirigen a ver una película; o no se comportan lo mismo las que acuden a un concierto de música que aquellas cuyo objetivo es una exposición de pintura...
Y dentro de esas masas los individuos forman submasas: las ariscas, mansas, anodinas...
Abrió los ojos. Pene enhiesto. Deshinibido. Libre. Puro. Natural. Se estiró. Acarició su falo tieso.
-Saluda a Venus que te mira, lúbrica, desde arriba, desde el cielo.
Y volvió a reirse a mandíbula batiente. Como un orate.
Cuando se fue tranquilizando volvió a pensar en ellas obsesivo, insistente, sacándole esas similitudes o pareceres, que ya se ha mentado, en cada una de ellas.
No sólo halló un cierto parecido, pues todas terminaban, una parte de ellas al menos, en punta; eso sí, unas redondeadas, otras más puntiagudas; las había de forma circular; en cuanto a su forma de moverse unas producían irisaciones; en cambio ese mismo movimiento en unas era lánguido, desmayado y en otras vivo, alegre, retozón...
Con todas ellas quería bailar él; las apretaría contra si...
Volvió a estirarse. Esta vez su miembro estaba duro como una piedra.
-¡Miralas! Ahí las tienes. Te miran ansiosas. Son tuyas. Todas. Obsérvalas.
Se levantó y en un arranque de decisión desgajó una rama y se pudo a bailar con ella. Daba vueltas y vueltas como un loco. Apretaba la rama contra él. Las hojas acariciaban su pene. Así estuvo un buen rato como si no estuviera en su ser. Luego, con sumo cuidado, casi con delicadeza, llevó la rama hasta el banco, la depositó con suavidad y le dio un beso a una de sus hojas. Extendió los brazos y giró en redondo.
-Yo soy la naturaleza y la naturaleza me quiere. Y yo las quiera a todas ellas.
Un niño, que había oído voces, se asomó a ese rincón del parque y le dijo a madre:
-Mira, mamá, ese hombre lo tiene como papá.
Fue un acto espontáneo. Puro. Libre. Pero nadie le hizo caso. No lo creyeron cuando lo explicaba. Por eso lo devolvieron al manicomio.
Y cuando se descuidan los loqueros se pasea, como su madre lo parió al mundo, por los alrededores del establecimiento.
¡Pobre Tareo! Siempre agarrado a ellas.


jueves, 23 de julio de 2009

Marglet Cuthbert: Solo vos me traes amor

Marglet Cuthbert: Solo vos me traes amor

El sol me caclienta como tu cuerpo.
El viento frío como tu enojo
y la música que me cantás
es nuestro deseo.

La lluvia es como tus besos
y las palmas son como tus brazos.
Todas las cosas vivas traen felicidad.


*
Marglet Cuthbert
Taller de poesía de Laguna de Perlas

*

Revista 'Poesía libre'. Ministerio de Cultura (Managua, Nicaragua) Año IV, número 10, enero de 1984

sábado, 27 de junio de 2009

Poema leído en un papiro

Aquel jovencísimo sicómoro
que ella plantara con sus propias manos,
cuando entreabre los labios para hablar,
el murmullo de sus hojas verdes
es dulce como el sabor de la miel.

Es bello.

Hermoso, acogedor e íntimo
como el color verdioscuro de sus ramas,
más profundo que el verdor del moral
adonde antaño siendo niña gateara.
Está cuajado de fruta madura,
roja como el jaspe sanguíneo.
Sus hojas tienen el color de la malaquita,
su corteza posee el color del jaspe verde.
Los frutos, ¡ah los frutos!, imanan como el rojo de sus labios.

En fin, atrae a los que no están a su abrigo
porque en su sombra las brisas se refrescan.
Es como si colocara una carta de amor
en la mano de una doncella, hija del mayordomo jefe,
a la que hace correr anhelante hacia el amado:

'Ven a pasar un momento con tus amigos.
El jardín está en fiesta,
y yo guardo el emparrado y la tienda.
Las gentes del jardín se solazan
y son aun más felices cuando te ven aparecer.
Haz venir a los lacayos ante mi con provisiones.
Luego vuelo hacia ti,
y es como si me sintiera ebrio,
sin haber bebido'.

Los servidores vinieron con alimentos,
trajeron variadas cervezas,
panes de todas clases;
muchas flores de ayer y de hoy;
y toda clase de frutos.

¡Oh! que pueda transcurrir el día felizmente
mañana tras mañana,
tres jornadas ininterrumpidas sentándose a mi sombra.

Su amigo está a su diestra.

Ella le da de beber y hace lo que él dice.

Mientras la compañía se hunde en la borrachera,
ella se mantiene apartada de su hermano.

Va y pasea bajo mis ramas,

la hermana,

pero yo guardaré silencio

y no revelaré

ni lo que vea,

ni sus

palabras.

*

Papiro del Egipto Antiguo

(Versión libre de Iswe Letu)

martes, 5 de mayo de 2009

Pedro de la Cerda / Eugenia Lefevre: Ante la policía y sus esbirros (*)


Nos ha dejado don Francisco Correal, un vecino de Las Navas del Marqués, un libro que escribiera, antaño, allá por finales de los años 20 del siglo pasado, Pedro de la Cerda y su esposa Eugenia Lefevre. Pedro de la Cerda -nos informa D. Paco- fue un militar al que, él, compró una finca que hoy se llama La Cerda. Militar que participó en la represión del levantamiento minero de Asturias, durante la II República de España. En las 'Memorias de Azaña' -nos asegura nuestro amigo señalando página y todo- aparece este militar diciendo que el gobierno de esta república estaba lleno de zascandiles. Opinión que llegó a Azaña y que lo destituyó. O algo así. Y, asegura, después no se volvió a saber ni a oír nada de él. En la conversación nos informa, además, que Pedro de la Cerda, el general Alejandro Mas y el pintor Aniceto Marinas se reunían a charlar aquí en Las Navas. Para mayor información asegura que en algunos libros se dice de él, del militar De la Cerda, que daba paseos en 'bolas' por entre los pinos.
.
Comenzamos a leer el libro y nos sorprende escribiendo opiniones muy duras sobre la España de su tiempo, del tiempo en el se escribe el libro; es decir: la dictadura del general Primo de Rivera. Manifestamos nuestra sorpresa al que nos ha dejado el libro; quien -tenemos que proclamarlo- es muy amante de las cosas de su pueblo y las conoce al dedillo; y el libro también. Nos dice, sin dudarlo, que es normal, porque Pedro de la Cerda era republicano y estaba siendo maltratado por la dictadura de aquel entonces: la llamada dictablanda. Por eso se fue de España realizando un viaje por el mundo. El libro es el resultado de ese garbeo turístico por el orbe. Se titula 'Viaje universal en busca de la verdad'. Y comienza, según parece, por estos lares.
Así lo describen el militar y su esposa:

"Todo llega en la vida: el 27 de julio de 1928, solitos y sin que nadie se apercibiese, partimos de nuestra casita 'Los Golos', situada en la Sierra de Malagón, a 1.400 metros de altitud, centrada en inmenso y delicioso pinar. Por la tarde, en la capital, recogemos nuestros bagajes, y el 28, temprano, en el rápido, camino de París.
A las once el tren atraviesa el pinar; a lo lejos nuestra casita blanca, solitaria, testigo de nuestras dichas; allí quedan 'Soberbia' y 'Choli', que durante doce años nunca nos abandonaron en penosos viajes, nuestros inolvidables y mejores amigos, los únicos que jamás nos mordieron; espérannos (sic), con gran pena nos atormenta vuestra ausencia. Nos abrazamos; el mismo pensamiento nos asalta. ¿Volveríamos? Siempre unidos y felices en la zozobra y pesares, después de tanta aventura, riesgos y peligros únicos, que animosos y convencidos afrontamos en nuesto viaje. Solos, sin apoyos en el mundo, mas con la fuerza ideal que da nuestra solidaridad, sin abandonos, frente a frente de lo desconocido e inevitable.



Por la noche abandonamos nuestro territorio; después de sufrir todas las vejaciones imaginables ante la policía y sus esbirros, también avergonzados, presentes sus desafueros y obligados por el régimen. Pasamos y seguimos, entrando en Francia sin molestia alguna, el 29 de madrugada en París.



¡¡París, París!! (sic), la antorcha siempre encendida, que jamás toleró apagar un pueblo viril pleno de razón y libertad. Respiramos, nos sentimos superiores; parece que ya no somos bestias, nos elevamos a seres que pueden pensar, sentir y querer libremente. ¡¡París!! (sic), que recoge y ampara todos los anhelos humanos con sus grandezas y liviandades; en donde viven su vida: el sabio, superándose y acercándose hasta la posible sabiduría; el artista, con sus creaciones, elevándose hasta el genio; el vicio y la corrupción, hundiéndose en fétidos y profundos fangos."
*
Eugenia Lefevre y Pedro de la Cerda

('Viaje universal en busca de la verdad'; editorial C.I.A.P. -Compañía Ibero-Americana de Publicaciones; Madrid-Barcelona-Buenos Aires, 1930, página 12; Compañía General de Artes Gráficas, Madrid)
__________
(*) Título nuestro

martes, 7 de abril de 2009

Pierre Makombo Bamboté (*): De Bangui a París - Tercero - Único-

Pierre Makombo Bamboté (*):
De Bangui a París - Tercero -

(Único: Se es ciertamente un)


Se es ciertamente un
cobarde
¿verdad?
cuando se tienen cien
francos se
entra en un 
restaurante a comer
puerco
dorado.
Los dientes
penetran en la
crema de
mantequilla.
Luego se va uno a comprar el
libro que
quiere.
Los que
 no tienen
nada suben obligatoriamente.

Pierre Makombo Bamboté
('De Bangui a París')

__________
(*) Nació en Uada el 1º de abril de 1932.
Obras principales:
La poésie est dans l'histoire (París, Eds. P. J. Oswald, 1960. Coll. Janus); Chant funèbre pour un héros d'Afrique. Précédé d'un chant populaire adapté par Sembene Ousmane (Túnez, Société Nationale d'Edition et de Diffusion, 1962. Coll. "J'exige la parole"; Le grand état central (Gourdargues, Gard, Eds. de la Salamandre, 1965); Les rondonnées de Daba 'de Ouadda è Bangui' (París, Eds. La Farandole, 1966. Mille épisodes); Le dur avenir (Bangui, Ed. del autor, 1966); Les deux oiseaux de l'Ubangui (París, Eds. Saint-Germain-des-Prés, 1970) y Le soir des destructeurs. Princesse Mandapu (novela, París, Eds. Presence Africaine).

martes, 3 de febrero de 2009

Agustín García Calvo: Para Don Felipe (1)

Para Don Felipe, contemporáneo de estos versos, memoria siempre-viva(2)



No puedo ya fingir _(3) que no sé lo que eres,
oh luna, o que no sé _ por qué creces y menguas,
ni puedo ya en verdad _ dibujar en tu cara
figuras ni un collar _ que de ánimas blancas
te ciña ni beber _ fría miel de tu cuenco.

Sé todo ya de tí, _ cómo giras y ruedas
y cómo, al par que vas _ cada tarde más gruesa
volviéndote, a la par _ sales más y más tarde,
hasta que, cuando ya _ sales justo al momento
que el sol se pone, hoy, _ toda llena seguro
que en alto cielo a tí _ te veré a medianoche,

y luego, cuando más _ trasnochando me hagas
aquí esperarte, al fin _ cuando asomes, más poca
y cada noche más _ he de verte flaquilla,
hasta que, al asomar _ con el alba, te anule
de un suspiro el sol _ como hebrilla de seda.

Lo sé todo de tí: _ que eres un mordisquito
que se desmigajó _ una vez de esta pella,
cuando se estaba aún _ para tierra cuajando,
la cual tampoco más _ era que una pavesa
que del ardor del sol _ desprendida brincara,
cuando él no era más, _ a su vez, que es destello
de un rebujón de gas _ que estalló en llamaradas

por un momento, oh sí _ un momento, que es éste,
y que por eso a tí _ te parece que dura
tan largo, pero es _ un momento cualquiera
del juego del azar _ de fugaces relumbres
de chispas que a través _ de la noche sin fondo
de vez en cuando dan _ en brillar, y se llaman
'estrella' por no más _ que el istante(*) que tarda
la boca del sinfín _ en decirle su nombre;

y más te digo aún, _ que ese juego al fin todo
de a tiempos encender _ y apagar farolillos
y de espolvorear _ el abismo de polvo
de luz y de enroscar _ caminitos de leche
tal vez solo a un rincón _ del profundo le toca,
y fuera, más allá _ de tu cielo y el mío
(¿me oyes?), más allá _ no se juega a esas cosas,
quizás a nada (¿no?) _ a silencio sin nombre.

Ya ves; y aún sé más _ de ti, luna, y te digo
que, cuando más lo sé, _ menos sé lo que eres,
y menos eres tú, _ menos eres tú, luna,
y hundiéndoteme vas _ pequeñita a lo lejos,
y te me esfumas ya _ como un guiño en un sueño.

¡Espera! Escucha aún: _ que el que sabe eso todo,
que sé quien eres tú _ y te borro, éste mismo
¿quién es? No puede ser: _ yo no puedo estar dentro
de lo que sé, y así _ no podré saber nunca
quién soy. ¿Verdad que yo _ no soy nadie ni nada?

Oh luna, dilo tú, _ díme tú "No soy nadie",
y de ese modo, yo _ seré tú que lo dices.
Sé tú mi espejo, tú _ mi espejito de plata,
que en tí me mire yo, _ y me vea que nada,
no hay nada. Líbrame _ de ilusiones, oh luna,
oh tú: desnúdame _ de mi último harapo.


Agustín García Calvo, Las Navas, agosto '97

__________
(1) El título se lo hemos puesto nosotros
(2)Dedicatoria del autor a un vecino del barrio de La Estación de Las Navas del Marqués, donde pasa temporadas el maestro
(3) La rayita se la hemos puesto nosotros. La separación es de Don Agustín.
(*) Particular ortografía del autor

(este poema, creemos, salió en las primeras páginas de la revista 'Caminar conociendo', pero al ser copiado este número a Internet se debió de olvidar porque no aparecía)

José Mª Amigo Zamorano: La fama de Agustín García Calvo

Reflexionando sobre el 'Cantar de las dos Torres' que, tan amablemente, nos ha dedicado D. Agustín García Calvo caímos en la cuenta de lo poco que sabemos de su vida y su obra y de su paso por el mundo.

Guardamos en la memoria, eso si, unas cuantas leyendas, algunos chismes y escasas anécdotas. Todo superficial, pensamos; pero que ya, de por sí, indican que fue famoso desde que su madre lo pariera.

Se decía que fue a estudiar latines a la Universidad de Salamanca y que, en contra del parecer o deseos de la familia, contrajo matrimonio muy joven y que supo salir adelante solo con las becas que ganaba; también se decía que que no había pasado ni un curso y ya sabía más latín que sus profesores; o se contaba que iba a sacrificar palomas a dioses paganos a las orillas del río Tormes, que es el río que pasa por esa ciudad; y que por eso el régimen franquista le tenía entre ceja y ceja. Claro, no nos extraña, siendo, como es, la paloma un ave, símbolo del Espíritu Santo, una de las tres personas del dios católico que es, como todo el mundo sabe, uno y trino; y siendo la dictadura franquista nacional-católica ese sacrificio representaba un intento simbólico de asesinarla.

Leyendas, leyendas, leyendas.

Que tienen menos valor, para nosotros, que el pedo de una hiena vieja.

No nos imaginamos al maestro ejerciendo un oficio tan sangriento de liquidador de palomas.

Como tampoco, siendo sinceros, y lo somos, no llegamos a entender el por qué de la inquina franquista hacia García Calvo. Ni el peligro que pudieran representar sus clases de latín. En nuestra cabeza no entra.

Estudiando en la Escuela de Magisterio se contaban esas cosas. Como una vernegía. Y de ello haciamos héroes. El ansia de libertad propiciaba la creación de adalides antifranquistas. Aun nos viene a la memoria el cuento ese de Gila, el humorista, que, según se contaba, había llevado a cabo la heroicidad de salir al escenario, en algún lugar de España inconcreto, y representando a un mecánico de bicis se pasaba un tiempo prolongado, hasta que el público comenzaba a protestar, y entonces se encaraba con los espectadores espetándoles: 'Les seré franco: ni la arreglo ni me voy'. O al revés: 'ni me voy, ni la arreglo'. O se citaba a Alvaro de la Iglesia, un escritor de relatos humorísticos, ya olvidado, que fue director de la revista de humor 'La Codorniz'. Se contaba que, el tal Alvaro de la Iglesia, fue a dar una conferencia a una ciudad extremeña. Entre los asistentes, estaba, y se contaba como si se hubiera asistido a la charla, algún jerarca de la dictadura franquista. Sabiéndolo el escritor, se puso en lugar de la botella de agua una de coñac y de cuando en cuando, a lo largo de su disertación, acudía a la botella a proporcionarse un lingotazo. Y así medio obnubilado le cantó las cuarenta a ese mandamás. El borracho transformado en luchador antifranquista. ¡Ah, qué valentía! La libertar a través de la cogorza.

Pues bien, en esa escuela conocimos a Amador Madrid Calzada. Se sentaba en la misma mesa. Y llegamos a tener cierta amistad. Nos contó que su hermano era del círculo de Agustín García Calvo. Ignoramos si amigo, discípulo, compañero, seguidor, admirador... lo que si constatamos es que el escritor escribía a su círculo cartas desde donde estuviera y que ellos las guardaban como si fueran las palabras pronuciadas por un oráculo. Vamos, como oro en paño. Un día, Amador, nos trajo un hato de ellas. No recordamos su contenido. Quizás porque no entendiéramos nada de lo que hablaba. O porque el paso del tiempo haya borrado lo que leimos. Solo una frase se nos quedó prendida en el ojal, porque en nuestra mentalidad de críos, educados en el nacional catolicismo, el ver escrita una palabra malsonante era como descubrir una mosca negra en la inmaculada leche. Veamos el escándalo: leíamos una carta de este prócer de la literatura en la que, refiriéndose a no recordamos quien, decía: 'Y fulano de tal seguirá en que por cojones tiene que ser...'. Fue un choque. Eso no lo podía escribir una persona tan connotada. Tenía que ser imposible. Pero no, estaba allí escrita: 'cojones'. El ídolo se cayó a tierra. En fin...

Pasado un tiempo llegamos a pensar que el maestro, quizás, nos pudo examinar de latín. Encontramos en casa un libro de texto 'rotulado 'Viriate Vitae' que tenía su autoría. Si nos examinó, no lo recordamos.

Con esa aureola de raro, extravagante, rebelde... quisimos conocerle. Un día, estando con un amigo de Zamora, (Lorenzo Angoso Arribas se llamaba y suponemos que se seguirá llamando) lo vimos. Bueno, lo vio él. Nosotros no lo conocíamos más que de nombre. Nos acercamos y le habló. Creo recordar que no nos hizo mucho caso, sin por ello ser descortés. En un recoveco de nosotros nos quedó esta estampa: serio, patillas pronunciadas como habíamos visto en el cine que llevaban los bandoleros de Andalucía; esos que, decían, robaban a los ricos para dárselo a los pobres; enmarañado cabello negro, despechugado, camisa floreada y por fuera llevaba una especie de tabardo o abrigo largo que nos pareció adornado con algunos lamparones. Lo que dio más morbo. Lo poco que habló, unas veces lo hizo mirando al suelo y otras a un punto inconcreto, como si estuviera en otra onda su cerebro. Y lo estaría. Se alejó caminando recto, con lentitud. Eso fue todo.

Su estatura se agigantaba cuando, en corrillos, se narraba su lucha por conseguir una plaza de catedrático de latín. Otra leyenda más. Leyenda que tiene también, cómo no, al Opus Dei de trasfondo. Su contrincante, seguimos acordándonos de lo que se hablaba, era un miembro del Opus Dei. Un obstáculo serio porque la influencia política de esta 'santa mafia' era innegable, y lo sigue siendo. Para salvar este pedrusco en el camino, proseguimos con la leyenda, se le ocurrió convocar a los embajadores de los países llamados democráticos (Inglaterra, Francia, Alemania...) para que estuvieran presentes en el examen. Los que lo contaban añadían que, entre las pruebas que había que superar, una de ellas, se llamaba 'El Autobombo' que consistía, como se deduce de la palabra, en elogiarse a si mismo, darse pisto, al tiempo que se atacaba al contrinncante, ninguneándolo hasta extremos inauditos. Al parece D. Agustín García Calvo demostró que, su contrario, había publicado libros en los que páginas y páginas enteras eran de otros autores que, el maestro, señaló con puntos y comas. De manera que dejó claro que no tenía rivales en lo tocante al conocimiento del latín. ¡La verdad se hizo luz! y la luz de Agustín García Calvo brilló con tanta intensidad que dejó deslumbrados a todos los miembros del tribunal y a los representantes plenipotenciarios. Y la luz se hizo cátedra.

¡Que de leyendas en torno al maestro D. Agustín García Calvo!

Todo cáscaras.

Pero estas cáscaras demuestran que, efectivamente, había nacido una estrella del vientre de su madre. Solo faltaba ponerse en camino de Jerusalem.

Acontecieron por entonces las primeras manifestaciones contra el franquismo en la universidad. Los estudiantes se encresparon y ciertos profesores (los menos) se unieraon a ellos. La prensa y otros medios de comunicación publicaron sus nombre: Enrique Tierno Galván, José Luis López-Aranguren, Santiago Montero Díaz, Aguilar Navarro, como no, Agustín García Calvo. Fueron denunciados, expedientados y expulsados de la universidad.

La fama y prestigio del maestro se acrecentó y su situación personal se abajó como Cafarnaum. 'Y tú Cafarnaum, que hasta los cielos estás levantada, hasta los infiernos serás abajada' (San Juan, X, 15)

Él partió al exilio, cosa que supimos después, voluntariamente. Y nosotros nos fuimos voluntariamente obligados por la pasta al exilio, dentro del estado español, en Euskadi. Nos metimos en la lucha clandestina antifranquista. No volvimos a saber practicamente nada de este profesor expulsado de la universidad. Eso si, de cuando en cuando compramos algún texto suyo (pocos): poesía, traducción de alguna obra de teatro clásico griego, un opúsculo sobre Marx 'Apotegmas a propósito del marxismo' (París: Ruedo Ibérico, 1970) que no entendimos nada... Estábamos en otra onda marxista leninista.

Decíamos más arriba que supimos más tarde que se exilió en Francia. Lo leímos en uno de los libros que compramos. Nos llamó la atención cuando contaba que, tras la expulsión de la universidad, lo seguía la policía. Una vez uno de los polis que estaba haciendo su seguimiento era conocido suyo. Y lo saludó por su nombre. El sabueso, avergonzado, viose destronado de su serio cometido de su autoridad y no encontró otro recurso, para reinstaurarse en su trono policial, que abofetearle al maestro.

¡Ah! por ese libro nos enteramos de que la atmósfera se le hizo tan irrespirable que decidió exiliarse. Marchó a París de la France.

Veinte años estuvimos en Euskadi. ¡Cazi na! Cuando volvimos de regreso al viejo lar abandonado, a la tierra castellana que 'face a los ommes e los gasta', abandonamos la militancia política y nos sumergimos en la militancia literaria. Algo había que hacer. Creamos una revista. 'Caminar conociendo' bautizamos. Y por esas casualidades de la vida, como a veces la tierra es un pañuelo, por esos lugares andaba el escritor. A él acudimos para saber si podría colaborar con nosotros de una manera desinteresada. Lo que hizo generosamente con varios escritos y hasta nos concedió una entrevista. De los escritos y la entrevista pondremos los enlaces por si alguno pudiera estar interesado en ellos:

Número 2, Entrevista a Agustín García Calvo: http://ever-enen17.blogspot.com/2007/01/entrevista-agustn-garca-calvo.html;
Número 8, Poema según promesa, traducción del latín de un poema de Benito Arias Montano:  http://ever-enen14.blogspot.com/2007/02/benito-arias-montano-poema-segn-promesa.html;
 Número 9, Para la mesa redonda sobre abolición deuda externa: http://ever-enen13.blogspot.com/2007/01/para-la-mesa-redonda-sobre-abolicin.html.

(En la lista se ha caído un poema cuyo estilo es otro, en la que, creemos, viene a decir que ha dejado la fe de dios)

Tuvimos oportunidad así de acercarnos a él personalmente. Y casi sin querer nos fueron llegando sus variados registros. Encontramos una personalidad sorprendente. Eso demostraba lo ignorantes que estábamos sobre su pensamiento. Sólo teníamos anécdotas, superficialidades, leyendas, chismes...

En una ocasión le invitamos a la presentación de un número de la revista. Como se mostrara reacio, para animarlo, le dijimos que, en el evento, estarían presentes prensa, radio y televisión.

¿Para qué se nos ocurriría decir 'televisión'? Nos respondió: '¿Televisión?. Entonces si que no vamos'. Nos explicó que se negaba a a salir en ese medio de comunicación. Es más, como se diera cuenta de nuestra perplejidad, expresó que no era ninguna disculpa para no acudir a la presentación de 'Caminar conociendo', sino que era una decisión meditada. Y para subrayarlo añadió: 'Me veo obligado todos los años a rechazar varias invitaciones de ese Medio de Formación de Masas'. Lo ponemos con mayúsculas pues es así como lo suele escribir el escritor con su ortografía particular. Y es que se negaba a aceptar aquello que dice que el no sale en ese medio es como el que no existe. Se negaba.

Le han concedido los Premio Nacional de Ensayo, Premio Nacional a la Obra de un Traductor de 1990, Premio Nacional de Literatura Dramática de 1999. De todo ello cualquiera puede encontrar referencias más concienzudas en Internet. Vease por ejemplo: http://es.wikipedia.org/wiki/Agustín_García_Calvo

Y el primero en ser un objetor fiscal (no sabemos si se dice así) que esto es otra cosa, para el sistema, más peligrosa. Fue atacado por unos y elogiado por otros. Recordamos aquí como lo atacó el escritor Francisco Umbral o lo defendió el periodista Andrés Aberasturi. Hasta un antiguo camarada nuestro (que estuvo condenado a muerte por el franquismo) decía que era la postura de un señorito de pueblo. Así estuvieron las cosas. El maestro, empero, ni fue a la cárcel, ni cristo que lo fundó.

Nosotros queremos dar nuestra particular visión de él. El que quiera obtener datos prietos, sistemáticos, científicos, serios, concienzudos... que busque en otra parte. Aquí solo encontrará una parcelita sin importancia. O si la tiene será mínima. Recordamos que, de las pocas cosas que le hemos leído (su producción es numerosísima), nos llamó la atención el que los poemas estuvieran hechos de una forma tan sencilla, con un lenguaje tan de andar por casa que nos parecía estar oyendo hablar a nuestro padre, a nuestra madre, o a cualquier campesino de Zamora. Lo atribuimos a su nacencia. Nada más lejos, nos hemos ido dando cuenta que es un lenguaje elaboradísimo. Entre los artículos que nos envió para la revista uno 'Gracias a Rufino' nos abrió la mente. Parecía hecho de corrido, a la pata la llana, pero no, tenía ritmo, musicalidad, gracia y un dominio del lenguaje que parecía indicar que la belleza está en el habla de las gentes, no hace falta retorcer las frases para que salga una obra de arte, solo se necesita saber componer lo que se quiere decir; y eso solo lo logra un maestro.

A la biblioteca que dirigíamos entonces llegó una donación de sus obras hecha por una admiradora. Leímos algunas páginas; nos viene a las mientes 'Razón común' y aquí descubrimos otro registro: el de investigador. Son pequeños hallazgos que nos han demostrado lo abierto que está a todas las manifestaciones de la época en la que vive. Otra muestra: en la entrevista que le hicimnos se nos ocurrió preguntarle acerca de esa frase o consigna de un miembro del Departamento de Estado norteamericano 'La Historia ha muerto'. Sobre eso, nos dijo, ya había escrito algo también. ¡Qué tío!

En fin, hemos ido descubriendo la luna poco a poco. ¡Valiente vernegía! Nos hemos perdido las enseñanzas de un personaje singular, sorprendente, valioso, incómodo para muchos... sin duda un grande de las letras y del pensamiento. Y a estas alturas de la vida, a esta parte del partido, en estos momentos, cuando ya uno ha hecho sus gustos, paladeado unos vinos... nos cuesta cambiar. ¡Qué le vamos a hacer! Y no lo vamos a hacer. Seguiremos con los pobres del mundo, con los perdedores del mundo, seguiremos admirando a Martí, Marx (si acaso reeleremos 'Apotegmas a propósito del marxismo' (a ver si por fin lo entendemos), Engels, Lenin e incluso Stalin... hasta la muerte. Después ya no admiraremos a nadie. ¿O si?

martes, 27 de enero de 2009

Paul Niger: ¿Qué?

ritmo
onda en la noche a través de las selvas,
nada - o un alma nueva
timbre
entonación
vigor
dilatamiento
vibración gradualmente fluye de la médula,
y agita en su camino un viejo corazón dormido,
tomándole el pulso y enroscándose
da vueltas,
y vibra todavía, en las manos, los riñones, el sexo,
los muslos, la vagina y descendiendo más abajo
hace entrechocar las rodillas, las articulaciones de los tobillos,
la adherencia de los pies, ¡oh! este frenesí
que me rezuma del cielo.

Pero también, oh amigo, un nuevo orgullo que desciende ante
nuestros ojos al pueblo del desierto, un valor inapreciable,
un alma inflexible, un gesto sin sacudidas
en una carne sin fatigas.



Paul Niger

viernes, 9 de enero de 2009

Pierre Vilar: Sobre Marx y Stalin

El llamado Partido Comunista de España (marxista-leninista), de siglas PCE (m-l), tuvo un papel relativamente importante en los últimos años del franquismo, sobre todo cuando encabezó el FRAP. Luego se disolvió y ahora ha vuelto a la escena política. No sabemos que tal le irá. Cuando celebró sus 25 años de existencia (allá por la de década de los 80 del siglo pasado) el historiador francés Pierre Vilar, gran amigo de España y de ese partido, envió un mensaje del que anotamos el 17/XII/86 estos 3 párrafos en alguno de los anuarios:


1) "... solo una educación de la mente en un espíritu verdaderamente marxista nos salva de tantas ilusiones prematuras como de las desilusiones desesperantes".

2) "Un joven filósofo americano-japonés ha anunciado hace poco 'el final de la historia' a raiz del triunfo universal de las democracias liberales. ¿Le preguntó acaso su opinión a los salvadoreños, haitianos, palestinos e iraníes?... ¿Y a los habitantes de todas las 'fabelas' del mundo?... ".

3) "Cada día se nos dice que el 'estalinismo' acaba de ser derrotado en Budapest, en Berlín, en Praga; y se nos recuerda 1956, 1961, 1968. Que yo sepa Stalin murió en 1953 y pronto se renegó de él".

4) "Los que hemos vivido 1914 y 1939 sabemos hasta donde pueden llevar la codicia de los que posen las iquezas, los renocores de los nacionalismos y la ceguera de los políticos. Y en el mismo momento en que tantas voces oficiales proclaman '¡Por fin no le tenemos miedo a Marx!', el viejo historiador que soy, llama, al contrario, a la vigilancia, en nombre de sus análisis".


jueves, 8 de enero de 2009

Carlos Marx: Sinvergüenzas en la aristocracia financiera

La prensa de nuestros días se ha hecho eco de una juerga llevada a cabo por dirigentes financieros (si el recuerdo no nos falla en California) en la cual se gastaron, en una sola noche, miles y miles de dólares, mientras habían arruinado a miles y miles de ahorradores. Marx en 1850, en su libro 'Las luchas de clases en Francia de 1848 a 1850', escribía estas palabras de suma actualidad en el 2009:

"Mientras la aristocracia financiera hacía las leyes, regentaba la administración del Estado, disponía de todos los poderes públicos organizados y dominaba a la opinión pública mediante la situación de hecho y mediante la prensa, se repetía en todas las esferas, desde la corte hasta el café borgne (café de mala nota), la misma prostitución, el mismo fraude descarado, el mismo afán por enriquecerse, no mediante la producción, sino mediante el escamoteo de la riqueza ajena ya creada. Y señaladamente en las cumbres de la sociedad burguesa se propagó el desenfreno por la satisfacción de los apetitos más malsanos y desordenados, que a cada paso chocaban con las mismas leyes de la burguesía; desenfreno en el que, por ley natural, va a buscar su satisfacción la riqueza procedente del juego, desenfreno por el que el placer se convierte en crápula y en el que confluyen el dinero, el lodo y la sangre. La aristocracia financiera, lo mismo en sus métodos de adquisición, que en sus placeres, no es más que el renacimiento del lumpemproletariado en las cumbres de la sociedad burguesa."

Y sigue con estas palabras:

"Las fracciones no dominantes de la burguesía francesa clamaban: ¡Corrupción! El pueblo gritaba: A bas les grands voleurs! A bas les assassins!"

-Nos gustaría que las masas, el pueblo, no una minoría, salieran gritando eso. Pero de momento no las vemos -añadimos nosotros, ahora, en enero de 2009.